Camilo Sesto se destrozó la cara y a mí el corazón

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El primer conciertazo de mi vida no fue para ver a Menudo o a Luis Miguel, como los que me conocen podrían presumir. El primer artista que vi en un concierto masivo fue Camilo Sesto. Tendría yo 10 u 11 años y lo encontraba demasiado bonito para mi gusto, pero me sabía todas sus canciones de principio a fin. Recuerdo las carátulas de sus discos y si cierro los ojos puedo ver sus discos dando vueltas en el tocadisco de mi casa. El nombre Ariola en el centro del círculo de acetato. Mi mamá soplando la aguja….”Algo de miiiiií se va muriendo…..”

Fui con mi mamá y unas amigas a uno de sus conciertos en el Poliedro de Caracas. Las mujeres gritaban, le lanzaban ropa interior. La luz blanca le bañaba. La emoción masiva era contagiosa. Ni Julio Iglesias provocaba aquella conmoción. Le encontraban más guapo. Más sexy. Cuando cantaba las canciones del musical Jesucristo Súperestrella la locura aumentaba. Era un éxtasis colectivo verlo abrir los brazos cual Jesús entregándose a la voluntad del padre. Fue una experiencia inolvidable.

Ya le había visto hace unos años. Bótox intenso, peluca bien colocada. La maldición de los muy bellos. Su identidad está tan irremediablemente trenzada con la admiración que genera su físico, que se sienten desaparecer a medida que se van reduciendo las miradas. Camilo Sesto, quinto, cuarto, tercero, segundo. Camilo. Nada.

Mi reacción siempre que lo veía era de ¡Ay que horror! Pero lo que me provocó su aparición en el programa Qué tiempo tan feliz de la televisora española TeleCinco, para hablar de los 40 años del musical y su nueva gira, fue una tristeza absoluta. Sentí una profunda compasión. El Camilo Sesto que cumplió 69 años en septiembre parece un hombre inseguro e incapaz de amarse. Incapaz de aceptar que el amor de sus fans no tiene nada que ver con sus looks. No ahora. Las mujeres que le veneran también tienen las marcas del tiempo en la piel. Las llevan mejor o peor, pero las llevan.

Me vi en él. Ya molestan algunos de los cambios que veo en mi cara. ¿Será que valdrá la pena hacerse algo? Me había estado preguntando. Ya no más. La cara de Camilo Sesto me convenció que peor que envejecer es dejar de parecerse a uno mismo.

El cambio fue tan impactante que el nombre Camilo Sesto fue tendencia en las redes sociales de habla hispana. Hubo burlas, shock y un poquito de compasión. Aquí están los comentarios más representativos, me gustaría conocer tu opinión.

 

 

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